lunes, 23 de abril de 2007

Comiendo con Dios


Había una vez un pequeño niño quien quería conocer a Dios. Sabia que seria un largo viaje, así que preparó una pequeña maleta con galletitas y una botella de jugo.
Cuando ya había recorrido un par de kilómetros coincidió con una viejecita, sentada en un parque, observando algunas palomas. El niño se sentó junto a ella y abrió su valija.Estaba a punto de tomarse un pòco de jugo cuando notó que la viejecita se veía hambrienta. Entonces le ofreció una galletita.
Ella, agradecida, la aceptó y le sonrió. Su sonrisa era tan hermosa que el niño quería ver esa sonrisa nuevamente y le ofreció jugo. De nuevo, ella le sonrió.

¡El niño estaba tan orgulloso....!. Se quedaron sentados toda la tarde comiendo y sonriendo, pero en ningún momento dijeron una sola palabra.
Cuando empezó a oscurecer, el niño se levantó para irse. Se dió media vuelta y le dió un abrazo. Ella le devolvió una hermosa sonrisa como nunca antes había sonreído.

Cuando el niño llegó a su casa, su madre se sorprendió de la felicidad que resplandecía en su cara.
Ella le preguntó: “¿Qué te ha pasado hoy que te ha hecho tan feliz?”.
El le contestó: “He comido con Dios. ¿Y sabes qué? Tiene la sonrisa más bella del mundo”.
Mientras tanto, la viejecita, también con una felicidad radiante, regresó a su humilde casa.
Su hijo observó la paz que mostraba su cara y le preguntó: "Madre, ¿qué hiciste en el día de hoy que te ha hecho tan feliz?". Ella contestó: "Comí galletitas en el parque con Dios. Y sabes qué, es más joven de lo que esperaba."

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